Lo
bueno de organizar viajes con cierto desorden en cuanto a lo que visitar es que
siempre hay hueco para las sugerencias de última hora que la gente del lugar te
suele hacer. Trakai fue una de ellas. Se trata de una región de lagos situada a
unos 30km de Vilnius donde el principal centro de interés es un castillo
ubicado en una isla en el medio de los lagos. Por ese castillo, construído en el siglo XIV aunque con varias reconstrucciones, pasaron
diferentes civilizaciones a lo largo de la historia de Lituania, y lo que más
me sorprendió allí fue descubrir que el territorio Lituano alcanzaba en un
momento de su historia desde el Báltico hasta el Mar Negro, con fuertes
influencias por aquel entonces de Turquía e incluso de la antigua Persia. En la
región de Trakai residieron las minorías étnicas “Karaims” y “Totorjs”, de
plena ascendencia oriental y de las cuáles aún quedan descendientes entre la
actual población lituana.
El
día no habría podido ser mejor durante mi visita. Sol entrecortado por las
nubes que podéis ver en las fotos, lo cuál venía genial para aguantar el calor
que estaba haciendo. Los cielos de Lituania me están encantando, siempre
moteados de blancas nubes en contraste con el fuerte azul de fondo. Supongo que
se trata de una característica de los países Bálticos. Aunque no dejaba de
recordarme a la región de “Thousand
Islands “ en Canadá.
El
mejor momento de la visita llegó cuando tuve que coger el autobús de vuelta.
Los autobuses sólo aceptan dinero en efectivo, el único cajero que encontré
para sacar dinero no aceptaba mi tarjeta de crédito y el único dinero que
llevaba el efectivo era 1lt (moneda lituana que equivale a unos 0,30€) y 10zl
polacos. Me acerqué al conductor con la mayor cara de pena que pude poner y le
conté mis problemas en inglés a sabiendas de que no entendía ni papa, pero
agitando los 10 zl en la mano. El tipo me dio un no rotundo a pesar de mi
insistencia, pero la cara de pena sirvió para que un americano que estaba
esperando me cambiase los 10zl por 10lt para que pudiese coger el autobús. En
este mundo hay más gente buena de lo que parece.
Además me dio tiempo a probar una comida típica de la región que se llama kibinas y que es una especie de empanadilla o pierogi asado que puede estar rellena de pollo, cerdo, setas o incluso chocolate si la quieres como postre. A mí personalmente me pareció algo insulsa, pero es cuestión de gustos.
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