domingo, 10 de agosto de 2014

La Semana Grande de Bolivia


6 de agosto. Ya casi es la hora y las calles comienzan a llenarse de gente. El fuerte calor del medio día en el altiplano boliviano no es un obstáculo para un día como este. Las “cholitas” (así es como se conoce a las mujeres indígenas de Bolivia) visten sus mejores galas para ir a ver a sus hijos desfilar, los hijos de su patria, una palabra esta última que resuena en muchas de las conversaciones a pie de calle y, por su puesto, en los discursos institucionales que durante la semana grande de la Independencia de Bolivia se reproducen por todo el país.


Tupiza, una pequeña ciudad capital de la provincia de Sud Chichas, situada en el extremo sureste del país, quiere demostrar que su lejanía a la Paz no es un obstáculo a la hora de mantener el sentimiento nacional. Durante los últimos años, el Presidente Evo Morales ha tratado de descentralizar el país y reconocer a nivel constitucional la diversidad social y cultural que se recoge dentro de sus fronteras, haciendo especial hincapié en el reconocimiento de las tradiciones indígenas. Esto queda plasmado en el nuevo nombre que adquirió el país con la Constitución promulgada el 9 de febrero de 2009: Estado Plurinacional de Bolivia; reconociendo así las cerca de cuarenta etnias indígenas que habitan en su territorio.

Los más altos generales esperan ya sentados en un altar colocado en un extremo de la plaza principal la llegada del desfile estudiantil que marque el comienzo de esta semana de celebraciones. Mientras tanto, el color inunda los alrededores de esta engalonada plaza. Niños y niñas de todas las edades afinan sus instrumentos y comienzan a mostrar nerviosismo envueltos en sus luminosos trajes coloniales.  Llevan meses preparándose para que el día de hoy todo salga a pedir de boca.

El paso casi militar de los estudiantes, precedidos por sus profesores que desfilan de la misma forma,  empieza a resonar en su llegada a la plaza mientras un locutor venido arriba describe la jornada para todos los presenten ensalzando cantos patrios y vítores para Simón Bolívar y Evo Morales, y para la plana mayor de representantes institucionales presenten en el acto, vestidos con uniforme militar. A su paso frente a la plana mayor, los niños hacen reverencia ante un pequeño retrato de Bolívar que cuelga del altar institucional, mientras continúan cuidadosamente con los bailes coreografiados tan bien preparados.

Este tipo de desfiles escolares se repiten en todas las capitales de provincia del país, a las que acuden representantes de todos los colegios para participar en las marchas. Pero son sólo uno de los actos que tienen lugar con motivo de la fiesta por la independencia, que este año cumple ya su 189 aniversario. Tras los desfiles siguen fiestas y celebraciones que se extienden ya a un nivel más local durante toda la semana.



Los vecinos de la pequeña localidad de Quetena Grande, de a penas 300 habitantes, aprovechan además para unificar celebraciones y festejar la Pachamama, (fiesta por la Madre Tierra), que se conmemora entre finales de julio y principios de agosto en todo el territorio andino, siendo una de las tradiciones indígenas más arraigadas. Forma parte de un sistema de creencias que sitúan a la Tierra como el centro y origen de todas las cosas, una visión muy ecológica del orden social que destaca la necesidad de gestionar bien los recursos que la Tierra nos ofrece y de cuidar el entorno. La fiesta culmina con la entrega de ofrendas a la tierra, derramando vino y hojas de coca sobre una gran fogata en torno a la cuál bailan al son de los tambores y de los cánticos populares todos los vecinos que deciden acercarse a realizar su ofrenda. Una bella tradición que, más allá de ser visualmente atractiva, tiene un fuerte simbolismo en cuanto al cuidado de la naturaleza que en otras muchas sociedades ha quedado relegado a un segundo plano y del que, tal vez, podríamos empezar a aprender.

Todas las imágenes aquí.



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