La
nieve me ha absorbido por completo en estos dos últimos días, metafóricamente
hablando. Traté de evitarlo, pero finalmente me di por vencido y decidí
disfrutar como aquel niño con zapatos nuevos que dio lugar a esta frase tan recurrida.
Como consecuencia, mi estancia en Zagreb se ha visto monopolizada por ella, al
igual que las fotos y todo cuanto ahora mismo pueda decir sobre la ciudad.
Aunque creo que no habría podido ser de otra manera con tal grosor de nieve
cubriendo las más céntricas plazas y avenidas.
No
obstante, esto no me ha impedido percibir la esencia de Zagreb, la “pequeña
Viena”, capital de Croacia, el país donde se inventó la corbata, pedazo de la
antigua Yugoslavia… son muchas las etiquetas que se le dan a esta región, pero
voy a utilizar una propia: aquí ya huele a Europa. Croacia va a ser el segundo
esqueje de Yugoslavia, tras Eslovenia, en pasar a formar parte de la UE, y lo
hará el próximo año, el 1 de julio exactamente. Desde que en 1995 se diese por
terminada la Guerra de Independencia, sus sucesivos gobiernos y su gente se han
esforzado concienzudamente en dar carpetazo a ese oscuro pasado tan reciente,
borrando las huellas de la guerra de sus calles y edificios, aborreciendo toda
conexión con la antigua URSS y renegando de sus vecinos ex–yugoslavos, a los
que miran ahora por encima del hombro mientras alzan sus mentones tratando de
poner sus cabezas a la altura de las grandes Alemania y Francia.
EUROPA.
Es curioso que esta palabra pueda dar lugar hoy en día a tal variedad de
opiniones dependiendo desde dónde se mire. Aquellos países que sufren sus
consecuencias, como Grecia, Portugal o España, empiezan a notar un cierto olor
a podrido en ese concepto, mientras que las nuevas “víctimas” frotan sus manos al verse dentro, aunque he
de decir que este sentimiento no es generalizado. Los croatas se pronunciaron
el 23 de enero de este año en un referendo a favor de la adhesión a la Unión
Europea, aunque la participación fue de tan solo el 47% de los 4,5 millones de
votantes. De ese 47%, el 66% respaldó el acceso de Croacia al club comunitario
y el 33% se expresó en contra. El ejemplo de su vecina Eslovenia, que ha
entrado en recesión como consecuencia de las imposiciones de Europa, les hace
temer lo peor, aunque ya es tarde para arrepentimientos.
Mis
palabras pueden sonar un tanto antieuropeas, pero no es en absoluto mi
intención, ni me considero antieuropeo, o al menos no al 100%. Siempre digo que
lo único bueno que tiene Europa es el programa Erasmus y el Acuerdo de Schengen,
pero seguramente habrá alguna cosa más que merezca la pena, algún día dedicaré
tiempo a buscarlas.
Zagreb
es una ciudad con encanto. En ella puedes encontrar desde las más estrechas
callejuelas en la Ciudad Alta, a las más anchas avenidas en la Ciudad Baja,
conectadas por un funicular que facilita mucho el acceso, especialmente ahora
que sus cuestas están cubiertas de hielo. No abundan los monumentos, pero
pasear por sus calles, ver los tejados y el atardecer desde el mirador de la
parte alta de la ciudad, perderse entre la gente en el mercado de Dolac, recorrer
la orilla del río Sava o visitar la iglesia de San Marcos, con su colorido
tejado, y la catedral pueden ser atracciones suficientes. Zagreb posee además un original museo, único en el mundo: Museum of Broken Relationships, donde se muestran objetos personales que quedan huérfanos tras la ruptura de una relación. Reciben multitud de objetos, por lo que la exposición suele cambiar mensualmente, de forma que siempre que visites Zagreb vas a encontrar algo nuevo. No es mi tipo de museo, pero he de decir que tiene su gracia.
En
la calle Ivana Tkalcica, en el centro de la ciudad, se reúnen los mejores
restaurantes y cafeterías de Zagreb y, aunque sus precios no son tan bajos como
en otros países de la región, todavía se puede comer por menos de diez euros, y
cuando digo comer me refiero a un menú completo, que por lo general costará en
torno a 30 kunas (1€ = 7kunas).
Tras
solamente 2 horas de tren (después de pasar 10 horas en los otros trayectos, 2
horas no es nada) ya he llegado a Ljubljana. Incluso los trenes ya se han
adaptado a la zona euro, con sus asientos reclinables y enchufes. El chequeo de
pasaporte en este tren ha sido más rápido que en los anteriores gracias a mi
pasaporte europeo (SCHENGEN), pero a unas chicas que iban en mi compartimento
les han hecho un interrogatorio completo sobre las razones de su viaje a
Eslovenia. El tren discurría entre afilados valles cubiertos de la más blanca e
impoluta de las nieves, unos paisajes preciosos que guardaré en mi retina,
estaba demasiado cansado para sacar la cámara.
Voy
a pasar dos días en la casa de cuatro chicas que estudian aquí y que parecen
ser muy divertidas. La casa está en pleno centro de Ljubljana y es muy luminosa
y acogedora. En un rato iremos a patear la ciudad y ¡esta noche tenemos una
fiesta! Ya os seguiré contando.
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