¡El
sol de Sebastopol me ha dado energía para al menos un mes! Había olvidado lo
que era sentir calor, sudar, agobiarme por llevar la chaqueta puesta. Tuve
incluso un amago de bañarme en la playa, pero me pudo la sensatez y el murmullo
de que las aguas del Mar Negro son muy frías.
Al
igual que Odessa, Sebastopol fue en su origen un asentamiento de griegos y
romanos. Los restos de la polis griega, Quersoneso, son el mayor reclamo turístico que
ofrece la ciudad, con sus columnas a la orilla del mar, sus torreones y sus
murallas. Nunca he estado en Grecia, pero por un momento me sentí como paseando
junto a los restos del Panteón de Atenas.
Además
de los restos arqueológicos, Sebastopol tiene el atractivo de sus fiordos, pues
la ciudad se extiende a lo largo de la costa sorteando las entradas de mar que
funcionan como puertos. En uno de esos fiordos, el más cercano a Quersoneso, se encuentra una base militar rusa, y algunos de sus soldados estaban
realizando prácticas de submarinismo cuando paseamos por allí. La presencia de
esa base militar crea una cierta tensión socio-política en la zona que sumada a
la cercanía a los restos de la polis ha llevado al abandono de las
excavaciones, una verdadera lástima.
Una
importante escuela de marines se encuentra en la ciudad, donde grupos de
jóvenes uniformados pasean diariamente por las calles. Una estampa de lo más
divertida. Estudiantes de África y de países árabes se desplazan allí para
completar sus estudios y después volver a sus países para trabajar.
James,
un inglés enamorando del mundo y de los idiomas, fue quien me ofreció
alojamiento. Se encuentra viviendo en Sebastopol con el fin de mejorar sus
conocimientos de ruso, que son ya más que avanzados. Me decía que su objetivo
en la vida es aprender cuántas más lenguas pueda, instalándose durante una
temporada en cualquier lugar del mundo. Ya habla inglés, español, alemán,
francés, polaco y ruso, y seguramente su siguiente parada sea Corea. Aunque en
Ucrania el idioma oficial es el ucraniano, una gran parte de la población, la
cuál empiezo a ver que es mayoritaria, habla ruso. Me contaba Anna en Yalta que
su presidente no sabe ucraniano y que cuando da algún discurso en ucraniano
tiene que leerlo como buenamente puede de un papel. ¿Os imagináis en España a un
presidente que no hable español?
Aprovechando
que James hablaba español y que otra couchsurfer de Sebastopol con la que había
contactado también lo hablaba, decidí organizar un encuentro y así olvidarme
por unas horas del inglés, que ya me hacía falta. Fue genial pasear por Ucrania
hablando mi lengua, además de pasar un rato agradable y divertido charlando con
ellos sobre Ucrania.
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