martes, 11 de diciembre de 2012

Croacia ya huele a Europa



La nieve me ha absorbido por completo en estos dos últimos días, metafóricamente hablando. Traté de evitarlo, pero finalmente me di por vencido y decidí disfrutar como aquel niño con zapatos nuevos que dio lugar a esta frase tan recurrida. Como consecuencia, mi estancia en Zagreb se ha visto monopolizada por ella, al igual que las fotos y todo cuanto ahora mismo pueda decir sobre la ciudad. Aunque creo que no habría podido ser de otra manera con tal grosor de nieve cubriendo las más céntricas plazas y avenidas.

No obstante, esto no me ha impedido percibir la esencia de Zagreb, la “pequeña Viena”, capital de Croacia, el país donde se inventó la corbata, pedazo de la antigua Yugoslavia… son muchas las etiquetas que se le dan a esta región, pero voy a utilizar una propia: aquí ya huele a Europa. Croacia va a ser el segundo esqueje de Yugoslavia, tras Eslovenia, en pasar a formar parte de la UE, y lo hará el próximo año, el 1 de julio exactamente. Desde que en 1995 se diese por terminada la Guerra de Independencia, sus sucesivos gobiernos y su gente se han esforzado concienzudamente en dar carpetazo a ese oscuro pasado tan reciente, borrando las huellas de la guerra de sus calles y edificios, aborreciendo toda conexión con la antigua URSS y renegando de sus vecinos ex­–yugoslavos, a los que miran ahora por encima del hombro mientras alzan sus mentones tratando de poner sus cabezas a la altura de las grandes Alemania y Francia.


EUROPA. Es curioso que esta palabra pueda dar lugar hoy en día a tal variedad de opiniones dependiendo desde dónde se mire. Aquellos países que sufren sus consecuencias, como Grecia, Portugal o España, empiezan a notar un cierto olor a podrido en ese concepto, mientras que las nuevas “víctimas”  frotan sus manos al verse dentro, aunque he de decir que este sentimiento no es generalizado. Los croatas se pronunciaron el 23 de enero de este año en un referendo a favor de la adhesión a la Unión Europea, aunque la participación fue de tan solo el 47% de los 4,5 millones de votantes. De ese 47%, el 66% respaldó el acceso de Croacia al club comunitario y el 33% se expresó en contra. El ejemplo de su vecina Eslovenia, que ha entrado en recesión como consecuencia de las imposiciones de Europa, les hace temer lo peor, aunque ya es tarde para arrepentimientos.
Mis palabras pueden sonar un tanto antieuropeas, pero no es en absoluto mi intención, ni me considero antieuropeo, o al menos no al 100%. Siempre digo que lo único bueno que tiene Europa es el programa Erasmus y el Acuerdo de Schengen, pero seguramente habrá alguna cosa más que merezca la pena, algún día dedicaré tiempo a buscarlas. 

                            


Zagreb es una ciudad con encanto. En ella puedes encontrar desde las más estrechas callejuelas en la Ciudad Alta, a las más anchas avenidas en la Ciudad Baja, conectadas por un funicular que facilita mucho el acceso, especialmente ahora que sus cuestas están cubiertas de hielo. No abundan los monumentos, pero pasear por sus calles, ver los tejados y el atardecer desde el mirador de la parte alta de la ciudad, perderse entre la gente en el mercado de Dolac, recorrer la orilla del río Sava o visitar la iglesia de San Marcos, con su colorido tejado, y la catedral pueden ser atracciones suficientes. Zagreb posee además un original museo, único en el mundo: Museum of Broken Relationships, donde se muestran objetos personales que quedan huérfanos tras la ruptura de una relación. Reciben multitud de objetos, por lo que la exposición suele cambiar mensualmente, de forma que siempre que visites Zagreb vas a encontrar algo nuevo. No es mi tipo de museo, pero he de decir que tiene su gracia. 

En la calle Ivana Tkalcica, en el centro de la ciudad, se reúnen los mejores restaurantes y cafeterías de Zagreb y, aunque sus precios no son tan bajos como en otros países de la región, todavía se puede comer por menos de diez euros, y cuando digo comer me refiero a un menú completo, que por lo general costará en torno a 30 kunas (1€ = 7kunas). 




Tras solamente 2 horas de tren (después de pasar 10 horas en los otros trayectos, 2 horas no es nada) ya he llegado a Ljubljana. Incluso los trenes ya se han adaptado a la zona euro, con sus asientos reclinables y enchufes. El chequeo de pasaporte en este tren ha sido más rápido que en los anteriores gracias a mi pasaporte europeo (SCHENGEN), pero a unas chicas que iban en mi compartimento les han hecho un interrogatorio completo sobre las razones de su viaje a Eslovenia. El tren discurría entre afilados valles cubiertos de la más blanca e impoluta de las nieves, unos paisajes preciosos que guardaré en mi retina, estaba demasiado cansado para sacar la cámara.

Voy a pasar dos días en la casa de cuatro chicas que estudian aquí y que parecen ser muy divertidas. La casa está en pleno centro de Ljubljana y es muy luminosa y acogedora. En un rato iremos a patear la ciudad y ¡esta noche tenemos una fiesta! Ya os seguiré contando. 


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