sábado, 8 de diciembre de 2012

Беoград


Ya ha pasado un día desde que llegase a la capital de la antigua Yugoslavia, a la "ciudad blanca" como viene a significar su nombre. Belgrado, punto neurálgico de las tensiones vividas en los Balcanes hace menos de 20 años, me recibió ayer con la mejor y más soleada de sus caras, algo que contrasta mucho con la copiosa nevada que acabo de encontrarme al despertar. 

A primera vista la ciudad parece no tener demasiado encanto, es más, podría decirse que es una ciudad fea, pero a veces, incluso aquellas ciudades con menos atractivo físico pueden tener muchas cosas que ofrecer. Las calles y edificios de Belgrado palpitan la historia más reciente de Europa. Las huellas de los bombardeos que en 1999 la OTAN llevó a cabo a lo largo de todo el país durante 76 días todavía pueden observarse. Aquello pondría punto y final al conflicto armado de los Balcanes y daría pie a las últimas secesiones de los territorios Yugoslavos: Montenegro en 2003 y Kósovo en 2008 (la situación de este último aún no termina de estar clara, o al menos no para los serbios). 



Stefan, mi Couchsurfer aquí, estudia Política Internacional en la Universidad de Belgrado, una de las principales razones por las que decidí contactar con él para que me alojase. Tenía curiosidad por saber cómo se viven desde dentro los cambios en el país, y nada mejor que un punto de vista político, crítico y argumentado para explicarlos. Stefan vivió en su propia piel los bombardeos de hace 13 años, cuándo él tan sólo tenía 7. Me contaba ayer que al inicio de los bombardeos vivía con sus padres en el quinto piso de un edificio situado en una ciudad de la zona fronteriza con Bosnia, pero la inseguridad y el miedo les llevaron a trasladarse a una zona rural donde vivirían varios años. Aún así recuerda perfectamente el sonido de las sirenas, algo que no dudó en reproducir con tal perfección que consiguió ponerme los pelos de punta, pero afortunadamente a ello le siguió una carcajada que remarcó cómo aquello ya forma parte de su pasado. 

Mientras caminábamos frente al Parlamento no me resistí a preguntar sobre su opinión a cerca de  la independencia de Kósovo. ¿Qué mejor lugar que ese para hablar de ello? Sin entrar en demasiado detalle, me contaba que se trata de un tema que aún forma parte del programa político de algunos de los partidos mayoritarios del país. "A los Serbios no nos agrada perder una parte de nuestro territorio que siempre ha tenido una conexión tan directa con nosotros, y menos si es para dejarlo en manos de un terrorista, porque el presidente de Kósovo es un terrorista. De todas formas yo soy partidario del diálogo entre el gobierno de Serbia y el gobierno de Kósovo para llegar a un acuerdo de independencia que de una vez termine con este conflicto". Fue curioso que tan sólo unos metros más adelante estaban repartiendo octavillas en la calle sobre el conflicto de Kósovo, pero no quise seguir preguntando. 







Continuamos el recorrido por la ciudad haciendo paradas en los puntos más emblemáticos, como el Hotel Moscú; el Templo de San Sava, que lleva más de cien años en construcción debido a los sucesivos paros durante el siglo pasado, y aún no está terminada; la Fortaleza de Kalemegdan y sus preciosas vistas de la ciudad y de la confluencia de los ríos Danubio y Sava; la calle Knez Mihailova, que es la principal calle comercial de la ciudad; la calle Skadarska, donde por la tarde la música en directo de los restaurantes, el suelo empedrado y la luz de las farolas crean un ambiente único. Comimos en un pequeño restaurante de comida tradicional serbia, y he de decir que es de lo mejor que he probado hasta hoy. El nombre del sitio era Mornar (Морнар en cirílico) y es más que recomendable parar por allí en una visita a Belgrado. 




Por la noche, tras descansar un par de horas en casa y teniendo en cuenta que era viernes, tocaba conocer la fiesta en Belgrado. ¡Y qué fiesta! Comenzamos la noche tomando unos chupitos de una bebida típica de Serbia, rakija, en un bar de un ambiente alternativo muy especial. Un cuarteto de jazz ponía música en directo, el sitio estaba abarrotado y los camareros se escurrían entre las mesas con bandejas cargadas de rakija y cervezas. Al acabar la música fuimos a una discoteca que estaba a unos pasos de allí, donde continuamos la noche hasta las 4:30 de la madrugada, cuando decidimos que era hora de dormir. 




El frío en la calle era bastante insoportable cuando salimos, pero para nada me esperaba despertar hoy con una estampa como esta...



Ahora ya sé porqué la llaman la ciudad blanca. 

1 comentario:

  1. Los belgradenses

    Belgrado es la capital de Serbia, por su tamaño, la tercera ciudad en el sudeste de Europa, después de Estambul y Atenas.
    Está habitada por más de 1.700.000 habitantes. Belgrado es la ciudad de los jovenes. Más del 40% de belgradenses son de 15 a 44 años de edad.
    El espíritu de Belgrado es el tema preferido de todos los belgradenses. Comunicativos y dispuestos a pasar un buen rato, muchos belgradenses se calificarán como hedonistas auténticos, los que lo saben todo de la buena comida, vino, música. Muchos, efectivamente , lo son.
    Los belgradenses se alegran de todo, de una charla agradable y largos paseos, del café mañanero, de los días no laborables, se regocijan cuando en la panadería de su barrio encuentran pan caliente recién salido del horno. Les gusta estar en movimiento y por esto, las calles, los paseos, los cafés, los restaurantes y las tiendas siempre están llenas de gente. Lo que es más importante aún es que los belgradenses se alegran de la llegada de todas las personas que visitan la ciudad. Por esto una vez que conozca Belgrado conocerá a sus habitantes.

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